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Elecciones 2020

Desde 1932, ningún Presidente de los Estados Unidos ha perdido la reelección a menos que en su primer periodo haya habido una recesión. La economía es, por mucho, la mayor vara con la que se mide el desempeño de los presidentes norteamericanos y este año no será la excepción.

Con diferentes cosas en mente, pero los votantes de Trump y de Biden acudieron a las urnas el pasado martes con una mano en los bolsillos. Para los simpatizantes de Trump el tema más importante era la economía y para los de Biden era el coronavirus, sin saberlo ambos tenían en mente lo mismo, pero difieren en cómo atender el problema. La campaña demócrata se apegó estrictamente a lo que los epidemiólogos recomiendan, no hicieron eventos masivos y urgieron a las personas a votar por correo mientras que los republicanos optaron hacer caso omiso a las indicaciones y realizaron actos de campaña masivos acompañado de una retórica que pretendía minimizar la pandemia.

Se dice que en política forma es fondo y este caso no es la excepción. El actuar de los candidatos, más allá de los discursos de campaña, fue la más clara señal que mandaron a los votantes de cómo pretendían atender el tema que domina la agenda: el Covid-19. Trump optó por echar a andar la máquina diciendo que el costo económico es enorme y no sabemos cuándo terminará la pandemia, mientras que Biden abanderó la idea de que si las cosas se salen de control, el costo económico será aún más grande.

Al igual que hace 4 años, muchos estados se decidieron por unos miles de votos, pero algo fundamental cambió: el voto latino por Trump aumentó mientras que el voto demócrata ganó en los suburbios y ciudades. Esto nos da pie a pensar que Biden logró convencer a gente con mayor nivel educativo que el actuar de Trump en la pandemia les pareció imperdonable y que Trump pudo transmitir la urgencia por reactivar la economía a sectores socioeconómicos bajos aún por encima de sesgos ideológicos.

Ambos pugnaban por imponer su solución a una realidad que se les impuso, ambos quieren salir de la situación en la que se encuentra su país y ambos lamentarán no haber estado a la altura de la situación. Por un lado tenemos un presidente que no parece respetar las instituciones democráticas de su país y que se siente bastante cómodo enfrentando a los mismos ciudadanos para beneficiarse políticamente y por el otro, tenemos un partido al cual le faltaron dientes para defender los pilares de la política americana y que, a pesar de la necesidad, no se atrevieron a cuestionar al status quo.

Sin importar quien sea declarado presidente, el número de desempleados seguirá por los cielos, la economía no se recuperará por varios años y los más pobres sufrirán el mayor golpe, mientras que la desigualdad crece y al mismo tiempo lo harán los sentimientos que llevaron a la Casa Blanca a Trump en primer lugar.

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