¿A qué nos vamos a
enfrentar una vez terminada la pandemia? La respuesta correcta no existe, pero
si algo podemos tener por cierto es que no será el mismo planeta que dejamos
antes de entrar a nuestro encierro temporal. Esta semana millones de alumnos regresan
a los salones de clase en Vietnam, China y algunos otros países, a la gente en
España se le permitió salir del confinamiento y tener reuniones con no más de
10 familiares y a en Corea del Sur prepara un paulatino retorno a las escuelas
y oficinas.
Ellos serán los primeros en enfrentarse a este mundo en el cual nos dejaron de sorprender hace tiempo las escenas de plazas, calles y restaurantes vacíos, en el cual celebramos el reclamo que hizo la naturaleza en las ciudades y playas del mundo y en el cual adoptamos una serie de normas sociales que ahora nos parecen inquebrantables, como el uso de tapabocas y el distanciamiento social. Esto sumado al alto repentino que sufrió la economía del planeta y los estragos que causará a los millones de desempleados y negocios clausurados cambiará el mundo que dejamos.
Advertir que este escenario será desconocido y que lo que era familiar y nos gustaba llamar normalidad dejará de serlo no es una afirmación arriesgada. Cómo va a serlo si lo que estamos viviendo es un capítulo de la historia humana que aún no podemos dimensionar, y como tal, cambiará la manera en la que vivimos, desde cómo nos educamos y trabajamos hasta cómo nos relacionamos y gobernamos.
El mayor impedimento para poder dejar atrás este tema es lo poco que sabemos del virus y su cura aún, mientras permanezca la incertidumbre, las normas de distanciamiento social permanecerán aún sin ser obligatorias. El comercio, el turismo, los restaurantes y los servicios en general no verán una recuperación total hasta que el miedo sea erradicado, lo cual, podría tardar incluso más que la enfermedad.
El escenario de no-normalidad puede ser una oportunidad para mejorar como sociedad, si bien es cierto que miles de empresas dejarán de existir, aquellas que logren sobrevivir a costa de reducir su personal tendrán que inventar nuevos métodos de trabajo y aumentar la productividad de sus empleados, la cual, lleva años prácticamente estancada. Esto podría significar un pronto regreso a la masa laboral y mejoras en la calidad de los empleos a los que regresarán.
También, después de
observar lo deficientes que son los sistemas de salud de todos los países del
mundo, del poco apoyo que reciben los pequeños y medianos empresarios y de la
ineficiencia generalizada de los aparatos estatales, puede ser una oportunidad
para exigir más a nuestros gobernantes y pugnar por mejores servicios de salud,
mayor igualdad y acceso a oportunidades.
Es imposible
sostener indefinidamente a la gran mayoría de la población mundial en
cuarentena, tarde o temprano tendremos que salir de nuestras casas y enfrentar
un mundo nuevo, los optimistas veremos esta nueva no-normalidad llena de
oportunidades para crecer, mejorar y repensar las cosas y tomar rumbo hacia un
mejor México y un mejor mundo.
El principio
jurídico conocido como Pacta Sunt Servanda señala que los contratos son
para cumplirse en los términos precisamente pactados entre las partes. Esté
principio está reconocido en la legislación civil y mercantil mexicana y es un
pilar fundamental para que los contratos puedan funcionar. Y ¿cómo no? es obvio
que las partes que celebran un contrato lo hacen precisamente para tener la
certeza de que lo que se pactó será cumplido en su totalidad exactamente
conforme a los términos y condiciones acordados. De hecho, es por eso por lo
que las empresas invierten grandes cantidades de dinero en la asesoría de
abogados para negociar sus contratos, pues se busca que todos los detalles
grandes y pequeños del acuerdo queden definidos lo mejor posible para que, en
caso de una controversia, el contrato sea el elemento de prueba que permita
dirimir cualquier disputa.
Es a causa de lo
anterior, que el derecho mexicano, de manera acertada, a través de la
legislación protege y otorga a las partes de un contrato la certeza jurídica
suficiente para que sus derechos estén garantizados y que al final se les pague
(en dinero, en servicios, en especie o de cualquier otra manera) aquello que
les corresponda exactamente conforme a lo convenido. Por ejemplo, el Código
Civil Federal señala en el artículo 1796 que los contratos “obligan a los
contratantes, no sólo al cumplimiento de lo expresamente pactado, sino también
a las consecuencias que, según su naturaleza, son conforme a la buena fe, al
uso o a la ley”.
La gran mayoría de
los contratos vigentes se firmaron bajo una perspectiva de relativa certidumbre
sobre el futuro. Hace varios meses, si a alguien le hubieran preguntado sus
pronósticos para el 2020 no hubiera podido prever con certeza que hoy el mundo
estaría prácticamente en un encierro total, con la economía en pausa y un nivel
de incertidumbre como el que vivimos. Es decir, es evidente que las
circunstancias que existían al momento de celebrar muchos de esos contratos
cambiaron de manera impredecible y radical. Entonces ¿Las obligaciones
contraídas en dichos contratos deben permanecer sin cambio alguno? Nuevamente,
la respuesta quizá también esté en el derecho.
En efecto, en el
derecho existe una teoría conocida como “teoría de la imprevisión” o también
conocida como cláusula Rebus sic stantibus; bajo este principio, se
entiende que las partes de un contrato han negociado sus términos y condiciones
tomando en consideración las circunstancias existentes al momento de su
celebración, por lo que cualquier cambio sustancial e imprevisible de las
mismas, puede ser causa de modificación de las obligaciones. En México, existen
doce entidades federativas (incluyendo la Ciudad de México) cuyos códigos
civiles expresamente prevén la aplicación de dicha teoría bajo ciertos términos
(aunque desafortunadamente estos no siempre son muy claros); pero, por otro
lado, este principio no está expresamente previsto en otros códigos civiles, así
como tampoco en el Código Civil Federal ni en la legislación mercantil.
A pesar de lo
anterior, hay ciertas disposiciones que permiten argumentar que aun cuando esta
teoría no esté expresamente regulada en un código civil o en la legislación
mercantil, este principio podría está implícito en la ejecución de los
contratos. A manera de ejemplo, entre otros, el artículo 14 de la Constitución,
prevé que los asuntos del orden civil deben ser resueltos conforme a la letra o
a la interpretación jurídica de la ley, y a falta de ésta conforme a los
principios generales del derecho. En este caso, si no se menciona nada
especifico en la ley aplicable, se podría argumentar que conforme a los
principios de equidad y buena fe en la negociación de los contratos esta teoría
es aplicable y, por tanto, las partes tienen derecho a que se modifiquen los
contratos originales a fin de que se adapten a las nuevas circunstancias.
Sin pretender aquí
detallar el análisis técnico correspondiente (que puede dar para una larga
discusión), podemos afirmar que, en caso de un juicio, hay argumentos
razonables para sostener que un tribunal podría optar válidamente en resolver
en cualquiera de los dos sentidos, toda vez que la crisis sanitaria que estamos
viviendo desde luego es un escenario completamente extraordinario e
impredecible. Es decir, que válidamente un tribunal pueda considerar que las
empresas: sí deben cumplir sus obligaciones exactamente en los mismos términos
negociados ya que la legislación mercantil (o civil según sea el caso) no prevé
expresamente que la teoría de la imprevisión sea aplicable o que, por el
contrario, considere que la teoría de la imprevisión está implícita y es
aplicable, así como que la actual crisis es suficiente para que deban
modificarse los términos de las obligaciones originalmente contraídas.
Entonces: ¿Estamos
obligados a renegociar? Desde el punto de vista estrictamente jurídico la
respuesta es incierta, ya que cualquier controversia deberá ser resuelta por un
tribunal con base en las circunstancias puntuales caso por caso y, aunque nos
inclinemos por la validez de un argumento por encima del otro, la realidad es
que llevar un conflicto de este tipo ante un tribunal solo pone a las empresas
en la posición de que su destino (en este caso) esté determinado por un tercero
sobre el cual no se tiene control alguno. Lo anterior, aunado a los costos
legales, el tiempo que lleva un litigio y el desgaste que un conflicto de esta
naturaleza representa con las contrapartes, que normalmente son empresas o
personas con las que habitualmente hacemos negocios.
Desde el punto de
vista de negocios, ¡por supuesto que debemos renegociar! Para nadie es un
secreto que cada vez más los inversionistas, los consumidores y los proveedores
de bienes y servicios prefieren hacer negocios con empresas socialmente
responsables. Empresas que en su proceso de toma de decisiones valoran el
impacto de sus acciones en las comunidades, en los trabajadores y en el medio
ambiente, e incorporan efectivamente sus intereses en sus procesos y
resultados. Esto no es privativo de las grandes empresas que buscan una
“certificación”. Si el presupuesto lo permite, casi todos estamos dispuestos a
pagar un poco más por los productos o servicios de las empresas que generan
dinámicas positivas con su entorno, y cuando somos proveedores, estamos
dispuestos a hacer mayores descuentos u otorgar facilidades de financiamiento a
aquellas empresas con las que tenemos relaciones justas y basadas en la buena
fe.
En otras palabras,
las empresas sólidas y durables no solo hacen negocios con base puramente en
criterios de pesos y centavos, conocen muy bien la importancia de generar
relaciones de confianza en las que todos los actores relacionados
(consumidores, trabajadores, proveedores, inversionistas, entre otros) sientan
que son tratados de manera equitativa. Si la aspiración de una empresa es poder
seguir teniendo ingresos constantes en el mediano y largo plazo en un entorno
que a todas luces será difícil, es indispensable que, desde ahora, se adopte
una cultura que premie el trato equitativo con todas las personas involucradas
en su negocio. Si las empresas adoptan un enfoque de responsabilidad social que
ayude a que las personas con las que tengan relación se vean lo menos afectadas
posibles, aún cuando en el corto plazo pueda traerles ciertas pérdidas, a
mediano y largo plazo esto se traducirá en un constante apoyo comunitario que
probablemente genere ingresos mucho más sustentables.
Por regla general,
las partes que firmaron un contrato lo hicieron porque en ese momento consideraban
que así les convenía, es decir, cada una de ellas consideraba que de alguna u
otra manera saldría ganando. Quien es dueño de un local y lo renta se beneficia
del ingreso y quien lo rentó se beneficia de tener un lugar de trabajo, quien
contrata personal se beneficia de la mano de obra y quien es contratado se
beneficia del salario que recibe, y como éstos, cientos de ejemplos que
muestran los beneficios de celebrar acuerdos. Sin embargo, ante esta situación
tan fuera de lo normal, cuya duración ha sido extendida y respecto de la cual
aún no podemos predecir con certeza su conclusión, es evidente que el beneficio
que cada parte pensaba obtener cuando se negoció el contrato probablemente ya
no se podrá alcanzar. Si, en adición a lo anterior, queremos obligar a nuestras
contrapartes a cumplir a toda costa la totalidad de sus obligaciones a pesar de
que han tenido que suspender sus operaciones y su producción, desde luego que esto
les generará un gran desequilibrio, derivando en problemas de liquidez o
incluso de solvencia que podrían poner en duda su existencia. A todos nos
conviene que la mayoría de las empresas subsista para que el país siga
produciendo y la economía crezca, renegociar los contratos, a largo plazo, evitará
una crisis más profunda en la situación económica del país.
No es momento para
ser egoístas ni para querer tomar ventajas indebidas, en momentos como los que
vivimos actualmente, lo mejor es ver la foto completa, ser flexibles, apoyarnos
los unos a los otros, y renegociar para salir adelante juntos, fortalecidos y
con una confianza nacida de saber que las personas con las que hacemos negocio
estuvieron ahí también en las malas, veamos el lado positivo y miremos al
futuro con esperanza, después de una crisis, la recuperación depende de los
puentes que se construyen durante los peores momentos.
La piedra angular sobre la cual descansa la economía hoy en día es
la confianza. Desde las transacciones más pequeñas a las más grandes, desde
individuos que confían en el entorno para comprar un automóvil o una lavadora a
plazos, pasando por empresas que invierten en capital productivo porque confían
en las leyes que protegen su inversión y en la situación económica, hasta los
gobiernos que se endeudan porque confían en que podrán pagar lo pedido en el
futuro y aquellos que les prestan confían en que así lo harán. Si eliminamos la
confianza de estas transacciones, tenemos como resultado individuos que no
consumen más allá de lo estrictamente necesario, empresas que no invierten o
que llevan su dinero a lugares más seguros y gobiernos que piden prestado a tasas
altísimas y fuga de capitales.
La confianza es una idea, un concepto, no es algo que podamos
identificar claramente, es por eso que se buscan señales para reconocerla y
maneras de cuantificar y categorizarla. Ahí entran las agencias calificadoras
que, en síntesis, lo que buscan es traducir el concepto abstracto de confianza
en algo fácil de entender y de utilizar. Le dan una calificación al riesgo de
crédito de los países o de empresas y esta calificación se construye
concatenando varios elementos que erigen la confianza como: entorno legal,
capacidad de pago, voluntad de pago, regulación, corrupción, política,
vulnerabilidad ante una crisis internacional, entre muchos otros.
En el caso de México y de Pemex, las últimas noticias respecto sus
calificaciones crediticias no han sido alentadoras. Para México algunas
calificaciones han disminuido, pero se mantienen dentro de buen rango, mientras
que, para Pemex, desafortunadamente la situación comienza a verse muy negativa.
La reciente noticia de la pérdida de grado de inversión que le atribuyó Fitch a
la deuda de Pemex es preocupante en sí misma, pero a esto se le debe sumar que
para Moody´s, la deuda solo se encuentra un escalón arriba y para S&P dos, y
no sorprendería que pronto la revisaran a la baja.
Una de las implicaciones para Pemex ante una baja en la
calificación, es que probablemente se encontraría ante una situación similar la
de Petrobras en 2015 cuando 41 mil millones de dólares de sus bonos fueron
clasificados como chatarra y su costo financiero aumentó de 1.6 mil millones de
dólares a 8.8. Sin embargo, en el caso de Pemex hay factores que podrían agravar
este panorama, ya que la situación financiera de Pemex es hoy más débil, con
una deuda que asciende casi a los 100 mil millones de dólares y pérdidas netas
de cerca de 35 mil millones de dólares en 2019.
Muchos analistas señalan que, si se analizara únicamente a Pemex ésta no debería de tener la calificación que actualmente posee, debería ser inferior, pero se asume que la deuda de Pemex es la deuda de México, aunque formalmente no esté establecida como tal. Aunque Pemex es una empresa productiva del estado que, en papel, es autónoma, y por tanto no faltarán voces que aleguen que el gobierno mexicano no está obligado a asumir la deuda, la realidad es que no cumplir con las obligaciones financieras de Pemex, pondría un severo estrés en la calificación misma de la deuda mexicana porque podría levantar serias sospechas sobre la confiabilidad de pago de esta. Es por esto por lo que la situación de Pemex nos concierne a todos. Una caída en la confianza de la empresa traería serias consecuencias sobre la economía nacional y podría inclusive contar entre los perjudicados a los fondos de pensiones de países como Estados Unidos, Canadá, Francia, Inglaterra y Alemania, que tienen fuertes inversiones en Pemex.
Ahora ¿Qué podemos hacer para evitar ese potencial escenario? Lo
primero es hacer un análisis honesto, serio y objetivo, alejado de filias o
fobias políticas, que nos permita ver con claridad cuál es la situación real de
la empresa. Debemos hacer un análisis con base en datos duros y confiables, así
como proyecciones financieras metódicas que nos permitan ver cuáles siguen
siendo las fortalezas de la empresa y el valor en el futuro del petróleo. Sería
un error declarar acabada a la empresa o a la industria petrolera mexicana sin
antes hacer los ajustes necesarios para hacerla más eficiente. A pesar de los
precios tan bajos del petróleo que hoy estamos viendo, las decisiones del Estado
mexicano respecto de la empresa deben tomarse con una visión estratégica que
equilibre la situación financiera actual con un horizonte a largo plazo. En
otras palabras, Pemex debe poder identificar si el valor del petróleo se espera
que continúe bajo en el largo plazo o si estos precios solo son producto de la
situación completamente extraordinaria que estamos viviendo y con base en un
análisis responsable, actuar en consecuencia.
De igual forma, el gobierno federal puede aprovechar el capital
político con el que cuenta para eliminar las ineficiencias que ha arrastrado la
empresa. Puede reconfigurar al sindicato petrolero para que éste permita una
operación más eficiente, eliminar prácticas corruptas en la asignación de
contratos, así como evitar el robo y merma del petróleo y los combustibles. Asimismo,
gracias a la globalización, hoy se pueden contratar asesores con amplia experiencia
en logística, automatización y cadenas de suministro a nivel mundial; así como sistemas
informáticos que han probado ser grandes herramientas para optimizar los
procesos operativos de las industrias y transparentar la información, generando
grandes ahorros. México podría invertir en estos cambios que, si bien no serán
inmediatos ni fáciles de ejecutar, son necesarios para que Pemex pueda
convertirse nuevamente en un activo en beneficio de los mexicanos.
Estas acciones son difíciles de ejecutar y requieren un alto grado
de responsabilidad de los distintos actores públicos, pero el mantener la
confianza de los inversionistas locales e internacionales en Pemex es
indispensable para que México pueda mantener y, de hecho, aumentar el nivel de
inversión, precisamente ahora que la crisis sanitaria quizá cambie
fundamentalmente la economía de algunos de los países del mundo. A pesar de que
es innegable que se han cometido errores en su administración, también es
innegable que Pemex representa el esfuerzo de muchos mexicanos visionarios que
durante muchos años generaron la confianza con la que hoy se mantiene la
empresa y el país. No tomar las acciones responsables y enviar los mensajes
adecuados, nos pueden poner en la posición de perder toda esta confianza ganada
en cuestión de meses.
Una crisis siempre viene seguida de una ola de innovación y
cambios que surgen de la necesidad de optimizar los recursos y de la falta de
oportunidades, hace que se creen nuevas y mejores formas de producir,
entretenernos, comunicarnos o estudiar. La cooperación a distancia está
probando su efectividad y la crisis actual del petróleo, que ha puesto en
evidencia, ahora más que nunca, que nuestra economía podría quedar a mereced de
la decisión de otros actores mundiales sobre los cuales no tenemos control
alguno, también debe ser un parteaguas para comenzar a diversificar los
ingresos del Estado Mexicano. Debemos además tener una mirada hacia un futuro
más verde en donde los combustibles fósiles serán sustituidos en muchas
industrias. Claro que el escenario actual quizá no premie el optimismo, pero
aquellos que puedan ver más allá y encontrar una manera de salir fortalecidos,
recibirán en sus manos los frutos de sus esfuerzos, en un mundo que tendrá
nuevos paradigmas que apenas algunos podrán prever.
Los análisis económicos más recientes indican
que la crisis sanitaria actual arrasará a empresas y gobiernos por igual,
únicamente pocos sectores podrán resistir sin grandes estragos y aún menos
saldrán fortalecidos. En el mundo de los negocios, puede que el nuevo escenario
al que nos enfrentemos terminando la crisis implique un cambio en las reglas
del juego y los jugadores. Aquellos que puedan entender la situación actual y
hacía donde se dirigen los cauces, podrán capitalizar estos momentos de
turbulencia. En política podría ocurrir algo similar, eventos de esta magnitud
por lo general suelen estar seguidos de cambios en la percepción de las
personas respecto de sus gobernantes, por lo que también se pondrá a prueba la
efectividad de las decisiones tomadas por los gobiernos.
En el mundo, los principales ganadores en el
entorno de los negocios parecen ser las grandes compañías de tecnología:
Alphabet (Google), Facebook, Amazon, Apple y Microsoft, reafirmarán su posición
y aumentaran su influencia de manera significativa. Hay dos razones que nos
inducen a pensar el por qué lo serán: la primera es que la demanda por
servicios en línea ha aumentado vertiginosamente junto con el hecho de que la
infraestructura que los soporta ha probado ser confiable y, la segunda, es que
se encuentran en una posición financiera envidiable, entre las 5 acumulan poco
mas de 570 mil millones de dólares en efectivo.
Esta montaña de efectivo les servirá para
sobrellevar la crisis sin mayor escozor e incluso podrían aprovechar esta
oportunidad para hacerse de varios unicornios, es decir, empresas de tecnología privadas valuadas en
más de mil millones de dólares cuyos modelos de negocio consistían en “quemar”
dinero para competir brutalmente en precios con la esperanza de convertirse en
el “last man standing”. Estos modelos se financiaban con dinero de
inversionistas que, por el momento, probablemente buscarán colocar su dinero en
activos más seguros, lo que como consecuencia hará que varias de estas empresas
quiebren o que sus accionistas se vean en la necesidad de acudir a estas
empresas con grandes flujos de efectivo para que les compren su participación.
Los más obvios perdedores serán todos los
prestadores de servicios, en especial aquellos servicios de lujo como turismo,
eventos y restaurantes que, según se prevé, no verán flujo de personas y
efectivo hasta finales de año o mediados del próximo. En estos casos ocurre lo
contrario que con las empresas de tecnología, ya que la infraestructura
necesaria para que puedan operar no se puede transportar a casa y por lo
general son sectores donde abundan las PyMes, mismas que suelen tener mayores
dificultades para contar con liquidez suficiente y alcanzar, en el corto plazo,
la solidez financiera que les permita enfrentar este tipo de crisis, además de
la gran cantidad de mano de obra que necesitan.
Hace tiempo, México dejó de depender de la
exportación de materias primas que, sin menospreciar su importancia, fueron
remplazadas por exportaciones manufactureras y, asimismo, el país comenzába a
transitar lentamente hacia una economía de servicios. Sin embargo, en este
momento, las cadenas productivas globales se encuentran en parálisis casi
absoluta y sin señales claras de cuándo y cómo será su retorno. En este
escenario, a México se le presenta una oportunidad única, tras años de esfuerzo
pudimos introducirnos en las cadenas productivas globales cada vez con
productos más especializados y con alto valor añadido y, por otro lado, en el
mundo se comienza a poner en duda la utilidad de cadenas productivas con puntos
de contacto geográficos demasiado dispersos (v.g, empresas norteamericanas con
manufacturas en dos distintos continentes alejados), en este escenario, debemos
apostar por fortalecer nuestra posición, sustituir a otros países y aprovechar
nuestra ubicación geográfica al sur del mercado más grande del mundo a fin de que
puedan ver en México un socio comercial confiable.
Ganar esta confianza solo será posible con la
cooperación estrecha y apoyo del gobierno mexicano ya que, un alto porcentaje
de las empresas manufactureras mexicanas son PyMes que necesitarán el apoyo de
todos (gobierno, iniciativa privada y consumidores) para resisitir el vendaval
económico. Desde luego, entendemos que existe un enorme sector de la población
que depende de la economía local o informal que, al día de hoy, no recibe
directamente ingresos de estas empresas y que, por supuesto, es imperativo que
se apoye. Pero sería un error dejar de apoyar también, en esta crisis, al resto
de las empresas mexicanas, particularmente a las PyMes, ya que esto podría
tirar por la borda todo el esfuerzo de numerosos trabajadores mexicanos que,
durante muchos años, han construído una gran reputación como gente trabajadora,
especializada y confiable; y que hoy pueden ser una gran palanca para que,
aprovechando nuestra posición geográfica envidiable, el fiel de la balanza se
incline a favor de México y salgamos ganadores de la coyuntura que se nos
presenta.
Esta crisis nos ha hecho ver que, ante eventos
de esta magnitud, incluso el juego político y las finanzas públicas podrían
cambiar. Los gobernadores de ciertos Estados cuyas economías dependen en gran
medida de estas empresas como Chihuahua, Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas y
Jalisco han declarado que están considerando la conveniencia de salirse del
Pacto Fiscal Federal, argumentando que esto les permitirá tener los recursos
necesarios para hacer frente a crisis como éstas y tomar decisiones
independientes que se ajusten a las necesidades de cada uno de sus Estados.
Recordemos que las facultades recaudatorias recaen en los estados según la Constitución
Mexicana y fueron cedidas a través del Pacto Fiscal a la federación porque así
convenía a todos los Estados, entre otras, dado que recibían fuertes ingresos
petroleros. Casi la mitad de los ingresos de la federación hasta 2008 provenían
de la venta de petróleo, en 2019 fueron el 17.2%, mientras que los ingresos
tributarios ya superan más de la mitad del total. Hoy en día, con una crisis de
esta magnitud y con los ingresos petroleros muy disminuidos, hay gobernadores
de Estados que ya no ven tanta utilidad en este pacto, les parece injusto que
aportan mucho y reciben poco y comienzan a presionar al gobierno federal,
alegando que dicho acuerdo ha restringido su margen de maniobra para enfrentar
esta crisis sanitaria ya que el 80% del dinero que otorga la federación viene
previamente etiquetado y, por consecuencia, ha limitado los resultados que
pretenden rendir a su población.
Es poco probable que ese escenario se presente
en el corto plazo ya que gran parte de la deuda pública de los Estados está
atada a las participaciones federales y, dejar de percibirlas, en la mayoría de
los casos detonaría un vencimiento anticipado de sus créditos bancarios y
bursátiles poniendo en riesgo sus finanzas, pero este tipo de declaraciones
pueden estar sembrando la semilla para que, en el futuro, los Estados busquen
mayor independencia financiera. Hipotéticamente, una salida del Pacto Fiscal
Federal en principio podría ser benéfica para algunos estados “ricos” como
Jalisco y Nuevo León pero, de no estar acompañada con el fortalecimiento de las
instituciones y mecanismos eficientes de recaudación a nivel local en los demás
Estados, únicamente agravaría las profundas diferencias que ya existen en
nuestros distintos territorios, aunado a que esto adelgazaría, aún más, los
recursos con que cuenta la federación para responder de manera, eficiente y
coordinada, en beneficio de toda la población del país, a este tipo de eventos
inesperado. Al final, en este escenario el gran perdedor sería el grueso de los
mexicanos.
Entender quienes serán los beneficiados y
quienes los perjudicados nos permite analizar con más claridad las posturas de
los distintos actores de la realidad mexicana, autoridades, empresarios y trabajadores.
El mundo no siempre es un juego de suma cero en donde lo que gana uno
necesariamente lo pierde otro, pero en momentos de crisis como el que vivimos
parece que así podría ser: el negocio que pierde uno lo acaparará otro y las
facultades que se ganan, necesariamente fueron cedidas por alguien más. De
nosotros depende que generemos las interacciones adecuadas para que, en vez de
que se pierdan estos recursos o facultades, esta crisis nos lleve a crear
sinergias que potencialicen nuestro desarrollo.
El avance
del coronavirus en México comienza a arrojar cifras alarmantes y el estar
alrededor de 3 semanas retrasados respecto a los primeros países en infectarse nos
permite tener la ventaja de vislumbrar un poco el futuro. El escenario no se ve
muy alentador.
Sistemas de
salud mucho más desarrollados como los de Italia y España colapsaron
rápidamente y economías más solidas como la de Estados Unidos comienzan a dar
señales preocupantes como el vertiginoso aumento en el desempleo. En México,
nuestro sistema de salud ya trabaja a marchas forzadas y la gente comienza a sentir
los estragos de la parálisis económica. Sin embargo, la respuesta del gobierno
no ha sido la que muchos esperaban.
Las consecuencias de la inacción gubernamental comienzan a menguar la popularidad del presidente López Obrador. El declive se debe a la falta de medidas precautorias al inicio de la pandemia. A manera de contraste, otros líderes en América Latina como Martín Vizcarra en Perú, Alberto Fernández en Argentina e inclusive Sebastián Piñeira en Chile vieron su popularidad aumentar después de tomar medidas fuertes anteponiendo el bien común, el único que tomo el mismo camino que AMLO fue Jair Bolsonaro en Brasil con consecuencias en su aprobación similares.
Si bien es cierto que no solo se gobierna con popularidad, ésta es muy útil para afrontar los difíciles tiempos que se avecinan. La ola de desempleo que ya está arrasando Europa y Estados Unidos no tarda en llegar a Latinoamérica, la cual golpeará duro la imagen de las cabezas de Estado y, más importante, a los trabajadores y pequeños y medianos empresarios, que serán quienes resientan el golpe con mayor profundidad.
Las primeras en verse en la necesidad de hacer despidos serán las PyMes, sin apoyo gubernamental, miles o incluso millones de las más de 4 millones de PyMes que existen hoy en México y que generan más de la mitad del PIB, más del 70% del empleo y más del 40% del ISR tendrán que cerrar. El gobierno no distingue entre los grandes empresarios de México que claro van a sentir la crisis, pero que saldrán adelante con algunos rasguños y que incluso podrán, pasando la epidemia, aprovechar ciertas oportunidades surgidas de esta situación para expandir sus negocios y ganar mercado frente a sus competidores más golpeados, con la gran mayoría de los empresarios pequeños y medianos que necesitan apoyo y que no son de ese 0.02% que saldrá bien librado.
Esta falta
de distinción entre los distintos tipos de empresarios, que encasilla a todos bajo
una misma resolución, ignora las diferentes realidades de los empresarios y de
sus empresas que, al igual que millones de mexicanos, la gran mayoría vive al
día y el cerrar operaciones, aunque sea por un breve periodo, significa que probablemente
cesarán de existir. El presidente siempre dice que, por el bien de México,
primero los pobres y, en el mismo tono, exhortamos al gobierno a recapacitar, a
tomar partido por los más vulnerables y rescatar a quienes sostienen este país:
las PyMes.
De lo
contrario, el proyecto de nación Andrés Manuel se verá comprometido. Con
desempleo rampante, ningún mexicano tolerará que la atención a este tema no sea
prioridad y si las empresas quiebran, la recaudación fiscal como consecuencia
será mucho menor. Sin recursos para concluir las obras insignia, este sexenio
será recordado por el aumento en la pobreza y por varios monumentos a la
pasividad. Aún estamos a tiempo para retomar el rumbo, sin embargo, la realidad
se acerca y no perdona. Por el bien de México, urge una política de apoyo a la
micro, pequeña y mediana empresa.
El comercio y la economía prosperan cuando hay
confianza y predictibilidad, hoy estas condiciones están ausentes. México es un
punto clave en las rutas de comercio de bienes y servicios que fluyen hacia
Estados Unidos, alrededor de 361.4 mil millones de dólares fueron exportados de
México a Estados Unidos que pasan por miles de pequeñas y medianas empresas que
hoy se encuentran en una posición vulnerable.
Los efectos del bajo consumo y la cancelación de inversiones causados por la pandemia ya se hacen presentes y por si fuera poco, las empresas en el sector manufacturero tienen que hacer frente a proveedores chinos que no son confiables en estos momentos, cierres temporales de sus plantas por disposición oficial y dificultad para exportar sus productos ante cierres y trabas en la frontera.
En el sector de servicios, el shock se sintió desde la semana pasada, en su mayoría, los establecimientos de servicios dependen de la presencia física de sus clientes, por lo tanto una cuarentena compromete sus ingresos sin dar tregua. No olvidemos la industria de turismo, cuyo peso es importante no solo por lo que representa en términos de PIB para México, también por la cantidad de divisas que entran a México por esta vía y la cantidad de trabajadores que representa, que también se encuentra en paro total.
Miles de PyMes en forma de maquiladoras, transformadoras, hoteles, restaurantes y demás serán las más afectadas. A pesar de que individualmente no se aprecia su papel en el intrincado organigrama del comercio internacional, muchas de ellas se encuentran en posiciones clave que compromerían las cadenas de suministro globales si faltaran, es prioridad cuidar a las pequeñas y medianas empresas durante esta crisis.
El domingo se anunciará el plan económico ante
este panorama económico, será determinante para el país qué importancia le den
a las PyMes, ya que son responsables de más del 80% de los empleos y son las
más vulnerables ante golpes de este tipo al no tener la infraestructura ni los
recursos para sostenerse mucho tiempo en crisis. Medidas ideales serían
créditos accesibles para capital de trabajo y beneficios fiscales exclusivos
para las PyMes.
La experiencia nos ha mostrado que el comercio
suele regresar al nivel que tenía previo a la crisis de manera veloz. Esto es
una buena noticia para la economía mexicana que depende fuertemente del
comercio, en especial con Estados Unidos, sin embargo, en estos momentos lo más
importante no es si se va a recuperar o no la economía, porque sabemos que así
será, lo que tenemos que tener en mente es cuándo ocurrirá y planear para unos
meses de incertidumbre.
Es difícil calcular hoy en día los efectos
económicos del covid-19, y probablemente pase bastante tiempo antes de que
sepamos realmente qué tan duro fue el golpe, es por eso que hablar de
recuperación, por el momento, parece un poco precipitado; sin embargo, consideramos
que contamos con elementos para hacerlo y encontrar una nota positiva en este
alud informativo.
Comencemos por el origen de la turbulencia
económica: una pandemia. Al igual que una guerra, una pandemia es un fenómeno
externo, y fuera de lo ordinario que, mientras persiste, es disruptivo para la
actividad económica, pero, una vez concluye, no impide un paulatino regreso a
la normalidad. A diferencia de la crisis financiera de 2007-08, que fue causada
por fallas en el mercado que pudieron ser evitadas, esta crisis deviene de un
evento que nadie pudo haber previsto.
Esta es la razón por la cual hemos escuchado a varios
analistas decir que lo que estamos viviendo se parece más al 2001 (cuando el
ataque a las Torres Gemelas causó gran incertidumbre) o a 1991 (cuando la
invasión de Iraq a Kuwait causó un alza en los precios del petróleo,
disminuyendo la producción de bienes manufactureros), que a la crisis
financiera de 2007-08 o a la Gran Depresión.
El artículo de la sección Free Exchange de la
edición del 21 de marzo de The Economist enlista tres puntos que pueden ser
cruciales para entender mejor las consecuencias a largo plazo de esta
turbulencia y la recuperación económica, que más allá de lo que hemos visto en
la discusión actual. Discusión que, por el momento, tiene más tintes políticos
que económicos, quizá debido a que aún estamos en una fase precautoria y apenas
comienzan a sentirse los estragos de esta crisis sanitaria.
El primer punto es: la duración del impacto
causado por la pandemia dependerá, en gran medida, de qué tan grave es el shock
inicial y si las instituciones lograrán sobrellevarlo. Esto quiere decir que,
si las instituciones financieras, regulatorias y comerciales de los países
pueden soportar la crisis sin mayor cambio, es más probable que la recuperación
sea más pronta y las consecuencias negativas no perduren.
El segundo punto es: que grandes caídas en la
producción suelen ser disruptivas para las cadenas globales de comercio. Esto
quiere decir que, en el mundo globalizado de hoy en día, impedir que la
interconexión entre países se rompa por mucho tiempo es una de las mejores
maneras para superar este bache.
El tercer punto es: la importancia de tener una
política macroeconómica adecuada. Esto quiere decir que errar en la política
macroeconómica puede dejar vulnerable a las economías de los países ante
mínimos shocks, causando más daños que la crisis misma, es por eso que
principalmente se deben cuidar el desempleo y la inflación a fin de que la
menor cantidad de personas se vea afectada.
Estos tres puntos pueden servir como guía para
saber en qué concentrarnos, desde el punto de vista económico, al buscar o
filtrar información sobre el covid-19, ya que puede darnos claves sobre hacia
dónde nos dirigimos y con ello tener mejores herramientas para tomar decisiones
informadas y razonadas.
El artículo de The Economist concluye con una nota
positiva, afirma que ninguna caída de este tipo, es decir, shocks exógenos y repentinos
a la producción, ha significado una caída en el PIB de más del 10% y que, en
promedio los países industrializados tardan 4 años en volver a los niveles previos
a la crisis. En resumen, los autores pronostican un golpe duro pero también una
recuperación vertiginosa, en algunos países como Corea y Singapur, tan pronta
como la segunda mitad del año o principios del próximo.
In the midst of the storm that
markets have been lately, we have seen that the actions of some of the
technology companies that facilitate remote work have endured the hits. As an
example, one stock that has remained afloat and continues to rise is Zoom Video
Communications Inc. This platform for videoconferences seems to be the most
popular in the middle of the COVID-19 pandemic and there are hints that there
is more than that to its 58% year-to-date rise.
For a long time, many companies have been reluctant to adapt
new working models like outsourcing entire departments, hire temporal workers
or by project, or having a clear home office policy.
ZOOM (Blue) vs. NASDAQ (Black)
Given our current situation, many of this new working models
will be tested, not voluntarily but by force, in thousands of companies all
around the world, and the result might determine how we work in the not so
distant future.
In an enormous simplification, there are two possible
outcomes: the first one is that these new forms of working result in a
tremendous failure and the second one is that they prove valuable beyond our
current scenario. If the result is the first outcome, we will see a gradual
return to normality but if we face the second one, we will see companies trying
to replicate the benefits that these innovations brought.
At first, non-essential responsibilities and positions will stand
out because of its irrelevance during the crisis, this will lead to companies
hiring temporary workers or outsourcing some areas, secondly, companies will
notice that is more cost-effective to have people working from home since internet,
energy, water and some other expenses are transferred to the workers, which
will lead to companies to be more flexible regarding this subject and finally, working
from home means less people commuting to work, less business travels and an
overall benefit for the environment, this will lead to governments to push
companies to adopt this new ways.
It is clear that not all works can be done from home, entire
industries will see no significant changes in the composition of jobs like
manufactures or services, but other industries will see radical changes made
possible by technology that makes it possible to work from distance and this
pandemic thar forced the test on these new ways of working.
En medio de
la tormenta que han sido los mercados últimamente, hemos visto que las acciones
de algunas de las empresas de tecnología que facilitan el trabajo remoto se han
mantenido fuertes. Como ejemplo, una acción que ha permanecido a flote y
continúa subiendo es la de Zoom Video Communications Inc. Esta plataforma para
hacer videoconferencias parece ser un de las más populares en medio de la
pandemia del COVID-19, pero es probable que haya mucho más detrás del
incremento anual de 58% en el valor de su acción.
ZOOM (Azul) vs. NASDAQ (Negro)
Por muchos
años, una gran cantidad de empresas se ha resistido a adoptar otros modelos de
trabajo como delegar departamentos enteros a otras compañías, contratar por
proyectos o a empleados temporales, o tener una política clara de “home
office”.
Ante la
situación que vivimos hoy en día, muchas de estas formas serán probadas a la
fuerza por muchas empresas alrededor del mundo y lo que resulte de esta prueba
puede determinar cómo se trabajará en el futuro no tan lejano.
Simplificando, existen dos escenarios: el primero es que todos los nuevos formatos de trabajo resulten ineficientes y el segundo es que pasen la prueba y las empresas vean los beneficios más allá de la crisis actual. En el primer escenario, veríamos un paulatino regreso a la normalidad, pero en el segundo, veríamos que las empresas buscarán reproducir los beneficios que trajeron estos nuevos modos de trabajar.
En primera
instancia saldrán a relucir las tareas o trabajos menos indispensables, lo cual
hará que se contraten trabajadores temporales o por proyecto, posteriormente
notarán que se reducen los costos al permitir que los trabajadores hagan “home
office” ya que los costos de internet, luz, agua y otros, se traspasan a los
empleados, lo cual hará que las empresas sean más flexibles en este aspecto,
finalmente, trabajar desde casa significará menor uso del transporte público o
automóvil, menos viajes y un menor impacto ambiental en general, lo cual hará
que los gobiernos incentiven a las empresas a tomar este enfoque.
Claro que no
todos los trabajos se pueden hacer de manera remota, industrias enteras no
verán cambios significativos como las manufacturas y los servicios, pero otras
industrias verán cambios radicales que serán posibles gracias a la tecnología
que hoy en día permite trabajar a distancia y a esta pandemia que forzó la
prueba de estas nuevas formas de trabajar.
Los ingresos del Gobierno Federal están cubiertos por este año a pesar de los shocks que recibirá por el aumento en el tipo de cambio, que afectará el costo de los servicios de la deuda, la caída en el precio del petróleo, que representan alrededor del 15% de los ingresos federales, y la incertidumbre generada por el coronavirus, que afectará el crecimiento económico.
Esto no significa que la situación de las finanzas públicas será amena, deberá hacer uso de varios recursos como el Fondo de Estabilización de los Ingresos Presupuestarios (FEIP) y hacer valida la cobertura que contrató la Secretaría de Hacienda para cubrir los ingresos petroleros.
Sin embargo, el escenario para el próximo año es muy diferente ya que el FEIP fue usado en 2019 y no cuenta con los recursos para cubrir el gap de otro año después de 2020, además, las coberturas sobre los ingresos petroleros no podrán salvar a las finanzas públicas un año más, en primer lugar, porque se contratan por un año y, en segundo lugar, porque cubren caídas en el precio, pero no sirven si el precio se mantiene bajo.
El
escenario para PEMEX es igualmente incierto, en 2019 reportó pérdidas por 34
mil millones de US$ y su deuda rebasa los 100 mil millones de US$, la cual, en
parte incluye fondos de pensiones de países como Estados Unidos, Canadá,
Alemania, Italia y Francia, asimismo, el programa de coberturas de PEMEX (que
es independiente al que hace Hacienda) únicamente cubrió 243,000 barriles al
día, que representan menos del 20% de la producción diaria.
Para 2021
el panorama no se ve alentador, desde una lógica política no se pueden cancelar
los programas sociales que consumen gran parte del presupuesto por ser año
electoral y, al parecer, los megaproyectos de infraestructura como la refinería
de Dos Bocas y el Tren Maya no serán pospuestos ya que el mandato es
terminarlos antes del fin del sexenio.
Ante esta situación, Arturo Herrera, secretario de Hacienda, informó que relajarán la postura del gobierno en cuanto a su papel en el sector energético e invitará a la inversión privada bajo marcos estrictos que incluirán los montos y proyectos abiertos. Los lineamentos se harán públicos en el plan energético que presentará a más tardar a finales de marzo, sin embargo, Herrera fue muy claro en cuanto a las rondas petroleras: no habrá en el futuro cercano.
En 2020 parece que las finanzas públicas resistirán los shocks externos, pero el escenario para 2021 se puede complicar si no se toman medidas adecaudas ante los efectos económicos del COVID-19 y si el precio del petroleo se mantiene bajo.