La idea de ver competencias profesionales de videojuegos parece ser algo ridículo. Para muchos, es imposible pensar que la gente se sentaría a ver cómo otras personas juegan videojuegos y, más aún, que existan carreras profesionales como jugadores, pero si lo analizamos con profundidad ¿Cuál es la gran diferencia con sentarnos a ver a alguien jugar fútbol o tenis?

La realidad es que el mercado de las competencias virtuales alcanzó en 2019 una valuación de mil millones de dólares y su popularidad aumenta a pasos agigantados. En 2017 un torneo de videojuegos llenó el Estadio Olímpico de Beijing y, en Estados Unidos, los boletos para estos torneos en arenas de la NBA y la NHL se agotan en cuestión de horas. Las bolsas que se reparten a los ganadores en los torneos más importantes supera el millón de dólares, premio que supera al de torneos establecidos como la Tour de France.
Esta industria ha pasado mucho tiempo por abajo del radar, pero inversionistas comienzan a notar su potencial de crecimiento. Clubes deportivos tradicionales como el Arsenal, los New York Mets, los Patriotas, Paris Saint-Germain y Schalke 04 han dado un paso al frente y ahora poseen equipos en las ligas profesionales de los llamados “E-sports”. Estos equipos se están adelantando a las preferencias de las audiencias más jóvenes y adaptándose a lo que será un mundo cada vez más digitalizado; y hace sentido, una generación que creció jugando videojuegos desarrollará una gran afición por estos, de manera similar a lo que hicieron las generaciones anteriores que crecieron jugando fútbol, basquetbol o golf.
Pero los E-sports son solo la punta del iceberg. En el mundo, el mercado de jugadores consta de 2.5 mil millones de personas que, en 2019, gastaron más de 150 mil millones de dólares y algunos analistas esperan que sea el doble para el año 2025. Eso es más que las industrias del cine y la música combinadas y un crecimiento muy superior. Los Videojuegos son el centro del mundo del entretenimiento, pero a nadie parece importante prestarles la atención que merecen.
Su tendencia de crecimiento sostenido da señales de solidez a largo plazo por varios motivos, uno de ellos es que es innegable que la participación y competencia en este tipo de juegos, en línea, nos permite generar interacciones a distancia con nuestros amigos, nuestra familia y, desde luego, con los otros; con aquellos que compartimos intereses afines. Nos acerca y nos hace pertenecer, tal como lo hacen los deportes que practicamos presencialmente. Adicionalmente, la penetración del internet permitirá a millones de personas tener acceso a estos productos en los próximos años, especialmente juegos en dispositivos móviles, a los cuales cada vez más personas en África y la India tienen acceso, y que serán la nueva oleada de jugadores que inundará las redes. Otra de las ventajas que tiene la industria, es que no depende de inventarios físicos ni de canales de distribución tradicionales, ya que las ventas casi completamente digitales y los modelos de negocios que priman las subscripciones y las compras virtuales, dentro de los juegos, han probado ser altamente rentables.
El mayor reto que se le ha presentado al sector para crecer, aún más, es la falta de eco en los medios de comunicación tradicionales y, por el momento, una mala imagen en la percepción de algunas generaciones que aún desconocen la industria. A pesar de lo anterior, un obstáculo que parece haber sorteado, excepcionalmente bien, es la actual pandemia. El número de jugadores aumentó, y el gasto dentro de sus plataformas creció aún más; sin duda, esto es señal de su capacidad para adaptarse a un mundo cada vez más digitalizado y, en el cual, romper esquemas es la nueva normalidad.
Desde antes de la crisis sanitaria, la industria de los videojuegos, así como la de telecomunicaciones y de trabajo en equipo a distancia; esta última representada sobre todo por plataformas como Zoom, Google Meet, Microsoft Teams y otras que muchos hemos comenzado a conocer en esta nueva realidad, habían estado creciendo a grandes pasos. Esto, no solo porque permitieron que las personas se interconectaran de manera natural en un espacio virtual; sino además porque, como se señaló, sus costos son diametralmente menores respecto de las empresas que cuentan con inventarios físicos, pagos de renta de inmuebles en ubicaciones costosas o que dependen de canales de distribución tradicionales, entre otros.
El análisis financiero de este fenómeno nos deja grandes lecciones. La primera, como es evidente, es que vale la pena invertir en tecnología. La tecnología genera mejores retornos a largo plazo pues trae consigo ahorros en capital humano principalmente tratándose de tareas mecánicas o repetitivas, así como en la ocupación de espacios físicos; y permite que el talento de las personas se potencialice para concentrarse en aquellas actividades que requieren creatividad, sensibilidad o incluso sentido común, los cuales únicamente los seres humanos podemos aportar.
Asimismo, que este tipo de plataformas que nos permiten jugar, interactuar y trabajar a distancia, nos han hecho ver que en ocasiones no es esencial que las personas estén en el mismo lugar para poder relacionarse, divertirse y ser productivos. Desde luego, hay muchas pequeñas interacciones que estas plataformas aún no son capaces de reemplazar y que se deben fomentar en los lugares de trabajo para obtener los mejores resultados (v.g. diálogos en privado, camaradería, contacto, percepción de lenguaje corporal, entre otros); sin embargo, nos pone en perspectiva distintas oportunidades que las empresas tienen para generen ahorros en renta de espacios, energía, transporte, e insumos, entre otros, al mismo tiempo que les permite que su personal cuente con una mejor calidad de vida y, por tanto, sea más productivo y leal a la empresa.
Existen decenas de compañías de videojuegos y plataformas en las cuales se puede invertir, muchas de ellas presentan perfiles muy atractivos ya que comienzan a incursionar en el mundo de la inteligencia artificial, telecomunicaciones, fintech y una serie de servicios digitales con la misión de convertirse en punta de lanza en lo que respecta a entretenimiento y la fusión cada vez más latente de la vida digital con el mundo exterior. Viendo a futuro, es una oportunidad que no debemos permitir que nos pase por abajo del radar.