El avance del coronavirus en México comienza a arrojar cifras alarmantes y el estar alrededor de 3 semanas retrasados respecto a los primeros países en infectarse nos permite tener la ventaja de vislumbrar un poco el futuro. El escenario no se ve muy alentador.
Sistemas de salud mucho más desarrollados como los de Italia y España colapsaron rápidamente y economías más solidas como la de Estados Unidos comienzan a dar señales preocupantes como el vertiginoso aumento en el desempleo. En México, nuestro sistema de salud ya trabaja a marchas forzadas y la gente comienza a sentir los estragos de la parálisis económica. Sin embargo, la respuesta del gobierno no ha sido la que muchos esperaban.

Las consecuencias de la inacción gubernamental comienzan a menguar la popularidad del presidente López Obrador. El declive se debe a la falta de medidas precautorias al inicio de la pandemia. A manera de contraste, otros líderes en América Latina como Martín Vizcarra en Perú, Alberto Fernández en Argentina e inclusive Sebastián Piñeira en Chile vieron su popularidad aumentar después de tomar medidas fuertes anteponiendo el bien común, el único que tomo el mismo camino que AMLO fue Jair Bolsonaro en Brasil con consecuencias en su aprobación similares.
Si bien es cierto que no solo se gobierna con popularidad, ésta es muy útil para afrontar los difíciles tiempos que se avecinan. La ola de desempleo que ya está arrasando Europa y Estados Unidos no tarda en llegar a Latinoamérica, la cual golpeará duro la imagen de las cabezas de Estado y, más importante, a los trabajadores y pequeños y medianos empresarios, que serán quienes resientan el golpe con mayor profundidad.
Las primeras en verse en la necesidad de hacer despidos serán las PyMes, sin apoyo gubernamental, miles o incluso millones de las más de 4 millones de PyMes que existen hoy en México y que generan más de la mitad del PIB, más del 70% del empleo y más del 40% del ISR tendrán que cerrar. El gobierno no distingue entre los grandes empresarios de México que claro van a sentir la crisis, pero que saldrán adelante con algunos rasguños y que incluso podrán, pasando la epidemia, aprovechar ciertas oportunidades surgidas de esta situación para expandir sus negocios y ganar mercado frente a sus competidores más golpeados, con la gran mayoría de los empresarios pequeños y medianos que necesitan apoyo y que no son de ese 0.02% que saldrá bien librado.
Esta falta de distinción entre los distintos tipos de empresarios, que encasilla a todos bajo una misma resolución, ignora las diferentes realidades de los empresarios y de sus empresas que, al igual que millones de mexicanos, la gran mayoría vive al día y el cerrar operaciones, aunque sea por un breve periodo, significa que probablemente cesarán de existir. El presidente siempre dice que, por el bien de México, primero los pobres y, en el mismo tono, exhortamos al gobierno a recapacitar, a tomar partido por los más vulnerables y rescatar a quienes sostienen este país: las PyMes.
De lo contrario, el proyecto de nación Andrés Manuel se verá comprometido. Con desempleo rampante, ningún mexicano tolerará que la atención a este tema no sea prioridad y si las empresas quiebran, la recaudación fiscal como consecuencia será mucho menor. Sin recursos para concluir las obras insignia, este sexenio será recordado por el aumento en la pobreza y por varios monumentos a la pasividad. Aún estamos a tiempo para retomar el rumbo, sin embargo, la realidad se acerca y no perdona. Por el bien de México, urge una política de apoyo a la micro, pequeña y mediana empresa.