La infraestructura es el cimiento sobre el cual se edifica la economía, sin ella, la actividad económica se dificulta, el comercio no fluye y se aísla a gente de las bondades de la comunicación, la tecnología y el intercambio de mercancías. En el amplio sentido, la infraestructura es todo acervo físico que da sustento al desarrollo productivo de un país.

Esto incluye: carreteras, puertos, red eléctrica, escuelas, hospitales, aeropuertos, sistemas meteorológicos y un gran número de etcéteras que no acabaríamos de enumerar si quisiéramos porque seguro algún elemento se nos escaparía. Sin embargo, todas comparten un propósito, todas las obras de infraestructura buscan mejorar la vida de las personas, ya sea haciendo que llegue la luz y agua a sus hogares, haciendo que los negocios puedan participar en el comercio internacional o dándole herramientas a los Estados para responder ante emergencias.
Es por esto, que no es casualidad que aquellos países que cuentan con la infraestructura más desarrollada son los países con mejor desempeño económico y que aquellos que constantemente han invertido más en infraestructura son los países con mayor crecimiento en los últimos años y los que han apresurado su convergencia con los países más ricos.
En el índice del Banco Mundial que clasifica la infraestructura de los países y en los primeros lugares observamos a países como Alemania, Japón, Suecia, Dinamarca, Estados Unidos, Hong Kong y los Emiratos Árabes Unidos, países ricos que juegan papeles centrales en las redes del comercio internacional y con una integración social que es la aspiración de muchas naciones en el mundo.
En este mismo índice, los países latinoamericanos salen bastante mal parados, el primero en aparecer es Chile en el lugar 34 seguido de Panamá en el 38 y México en el 51. Estas posiciones por si mismas son bastante poco alentadoras, pero cuando las acompañamos con el gasto en infraestructura nos dan cuenta del panorama completo para la región y para México.
Las recomendaciones internacionales para los países en desarrollo dictan una inversión mínima del 4% del PIB en infraestructura. El promedio de América Latina es de 2.8% y únicamente 5 países cumplen con las recomendaciones, en el caso de México la cifra ronda el 2%, muy lejana a las necesidades del país y si continua así, podría significar una perdida en la competitividad de la economía mexicana que, por el momento se encuentra por encima del promedio de la región.
Por otro lado, otra regiones y países han apostado a la inversión constante en infraestructura en las últimas dos décadas y comienzan a ver los frutos de esas inversiones, países en Asía como China, Singapur, Corea del Sur y Taiwán con inversiones anuales promedio de 7.7% del PIB, en el Medio Oriente como Qatar, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita e Israel con un promedio de 6.9% y países en África que se encuentran apenas plantando estas semillas como Ruanda y Botsuana, han comenzado un acelerado proceso de convergencia con los países más ricos y en cuanto a los países africanos, muchos analistas ya los perfilan como los futuros centros económicos del continente.
En este sentido, el camino es claro: se debe de invertir mucho más, pero además hacerlo de manera estratégica en México. Señales como la cancelación del NAICM o los problemas que se tuvo con la infraestructura gasera mandaron el mensaje contrario al que deberíamos buscar, no obstante, a finales del año pasado se lanzó el Plan Nacional de Infraestructura que incluye más de 1,600 proyectos y que representarían una inversión del 5% del PIB y que significarían un crecimiento adicional de medio punto del PIB.
Esto es el mejor escenario, en el cual todas las obras se concretan en tiempo y forma, pero aún en escenarios menos optimistas, hay razones para esperar buenos resultados y es que la manera en la que se financian una gran cantidad de estas obras de infraestructura es a través de la banca privada y eso se debe a la solidez del sector que les permite a diferencia de otros países financiar estos proyectos a largo plazo.
También, cualquier incremento en la inversión como porcentaje del PIB siempre traerá consigo mayor comunicación, menores tiempos de traslado de personas y mercancías, mayor calidad de vida y mejor distribución de los insumos necesarios para amentar la producción nacional. De este modo, aplicar este plan podría hacer que México no perdiera competitividad regional y que diera pasos al frente hacia una eventual convergencia con los países ricos.
No abandonar estos proyectos tendrá una doble importancia ante la situación actual, ya que su aplicación generaría cientos de trabajos que serán necesarios, incluiría la participación del sector privado, mitigaría la disminución del PIB y nos pondría en una mejor posición al término de esta crisis para poder tomar mayor importancia en el panorama internacional.