A inicios del mes de julio de 1885, Louis Pasteur probó exitosamente la vacuna contra la rabia en Joseph Meister, un niño de 9 años a quien curó de esa enfermedad, salvándole la vida. Este es uno de cientos de ejemplos sobre los maravillosos logros del desarrollo farmacéutico, que hoy está representado por una gran industria que hasta ahora ha logrado contener o superar la gran mayoría de los retos que se le han presentado. No hay razón para pensar que en el caso del COVID-19 esto será diferente.

Los avances en la industria farmacéutica y médica en los últimos siglos son considerados por muchos historiadores como los mayores avances de la humanidad, y es que su impacto no ha sido poco: la esperanza de vida a nivel mundial se ha prácticamente duplicado en 150 años, la mortandad infantil es solo una fracción de lo que era hace 100 años, el número de enfermedades no tratables estadísticamente es muy bajo y un sinnúmero de personas no muere por causas que ahora consideramos comunes, como el dolor de muelas o una pierna rota.
Hoy damos por hecho la erradicación de decenas de enfermedades como la viruela y tenemos la certeza de que otras cuantas, que antes eran mortales, pueden ser tratadas sin mayor inconveniente como la gripe, la diabetes, desordenes metabólicos y otras cuantas. También nos beneficiamos de las técnicas y procedimientos modernos como la diálisis, el marcapasos, la resonancia magnética, el ultrasonido, la microcirugía entre muchos otros. Los avances son impresionantes y más aún lo que han hecho por extender la vida humana y hacer que cada vez vivamos más tiempo libres de enfermedades.
Sin embargo, todo parece indicar que apenas estamos en el comienzo de lo que será una verdadera revolución, en cuanto a medicamentos y tratamientos médicos se refiere. Los más grandes avances de nuestros tiempos palidecerán con todo lo que está por venir de la mano de la biotecnología. Disciplina que ha obtenido una relevancia enorme, en gran medida, gracias a los altos márgenes financieros que obtienen las industrias farmacéutica y tecnológica cada vez que se desarrollan nuevos tratamientos o medicinas. Cientos de empresas hoy trabajan en proyectos que francamente parecen salidos de una novela de ciencia ficción y los hospitales de vanguardia desarrollan técnicas y procesos que bien podrían marcar el inicio de la fusión entre la medicina y la robótica.
Según los especialistas, la medicina personalizada será el primer paso, diagnósticos más exactos permitirán desarrollar medicamentos personales con enorme precisión (medidas hasta en unidades de microgramos). El “big data” le permitirá a los médicos conocer con detalle cada rincón del historial médico de sus pacientes, incluso aquellos que los pacientes mismos no conocen. Las tendencias generales para detectar brotes de enfermedades a tiempo, así como la impresión 3D de órganos artificiales pondrá fin a la necesidad de trasplantes. La intervención genética pondrá fin a cientos de enfermedades de nacimiento, entre muchos otros avances que apenas podemos comenzar a comprender y sobre los que aún no sabemos qué impacto tendrán en la vida de las personas y en cómo nos organizaremos en sociedad.
La carrera por concretar estos descubrimientos es feroz, el sector farmacéutico es uno de los más competidos y, como hemos mencionado, uno de los más rentables. La carrera por encontrar la cura para el coronavirus es hoy el ejemplo más tangible de lo que es el día a día de las empresas farmacéuticas porque existe una estructura y un marco legal que, afortunadamente, reconoce y premia a nivel económico a los primeros lugares, es decir, a quienes hayan obtenido éxito y hayan mejorado el andar de la humanidad; lo cual, desde luego, promueve la competencia y fomenta las inversiones multimillonarias que se hacen en desarrollo e investigación, de las cuales nos beneficiamos todos.
Por lo que a nosotros respecta, destacamos que, paralelamente a esta carrera, otra se desarrolla: la de los inversionistas, que apuestan por que tal o cual compañía sea la que encuentre la cura para el COVID-19. Pocos sectores resistieron tan bien el golpe de la pandemia a los mercados como las industrias farmacéutica y tecnológica porque, para muchos, el desarrollo de métodos biológicos o tecnológicos, que permitan enfrentar esta nueva enfermedad, ha marcado el inicio de una extenuante carrera que, a su conclusión, contará con una gran recompensa económica. Podemos esperar que aquellas empresas que primero logren desarrollar una vacuna, una cura, o incluso un tratamiento prometedor, verán el valor de sus acciones aumentar exponencialmente al igual que lo hará su prestigio. Hoy, los punteros parecen ser AstraZeneca, Moderna y Pfizer, que, de acuerdo a sus reportes, parece que podrían tener la primera producción disponible al público de una vacuna o tratamiento entre septiembre y octubre de este año.
Si algo han mostrado las industrias farmacéutica y tecnológica es su capacidad de entregar resultados y de siempre estar en la vanguardia. Apostar por estas es apostar por una mejor calidad de vida y más hoy en día cuando el retorno a las escuelas, oficinas, reuniones y celebraciones depende tanto de lo que hagan. Desde el punto de vista financiero, aquellos que sepan hacer su inversión a tiempo, sin duda, obtendrán resultados por encima de lo que el promedio del mercado les está ofreciendo.