En teoría de juegos, el dilema del prisionero es un modelo que, en resumen, nos dice bajo que circunstancias los jugadores deciden cooperar o competir entre sí. Este juego consiste teóricamente en dos prisioneros que se encuentran en custodia acusados de un delito, ambos serán interrogados y no pueden comunicarse entre sí, ambos pueden acusar a su compañero (no cooperar) o guardar silencio (cooperar), a cada combinación de decisiones corresponden penas diferentes: si ambos acusan a su compañero (no cooperan) reciben una pena mayor a que si los dos permanecen en silencio (cooperan), pero si uno coopera y el otro no, aquel que delató a su compañero queda en libertad y el otro recibe la pena máxima.

En este sentido, ambos tienen incentivos a delatar a su compañero siempre, ya que si el otro lo delata, para no obtener la pena máxima, hay que delatar también y si el otro compañero no delata, se puede salir en libertad delatando. Ambos podrían recibir una pena menor si guardaran silencio, pero la falta de comunicación, la incertidumbre y la tentación de comportarse de manera egoísta los llevan a pasar más años en prisión. Este juego lo podemos adaptar a la realidad para entender la cooperación internacional en materia de cambio climático.
En la realidad, no tenemos dos prisioneros sino todos los países, pero si tenemos dos acciones: reducir las emisiones de CO2 (cooperar) o no reducirlas (no cooperar). Igualmente, los incentivos se inclinan a la no cooperación internacional porque solo es conveniente cooperar si todos los demás lo hacen, nadie quiere acarrear los costos individualmente, es por eso que existen acuerdos internacionales para tratar de hacer que la cooperación sea generalizada y los costos se dispersen de igual manera. Pero como hemos visto, la tentación a desviarse siempre existe, por eso vemos a Estados Unidos abandonando los acuerdos de París, a México limitando proyectos de energías renovables y en general a todos los países quedándose cortos de los objetivos a alcanzar según se comprometieron en esos acuerdos.
Por fortuna, estas desviaciones no aplican necesariamente a los individuos y a las empresas porque siguen otra lógica que cada vez se enfoca más en beneficiar a los que toman acciones individuales a favor del medio ambiente. Esto, ya que la opinión de los consumidores e inversionistas toma en cuenta la responsabilidad ambiental cada vez con mayor peso. Las firmas con enfoque verde tienden a rendir mejor a largo plazo y se les abren cada vez más oportunidades de financiamiento, además de ser una manera efectiva de reducir costos y aportar a la solución de un problema que es de todos.
En años recientes, el tema del calentamiento global ha comenzado a generar mayor tracción, las búsquedas del tema en Google lo demuestran, han aumentado más de 20% en dos años y estudios de mercado revelan que muchos jóvenes tratan de comprar, en la medida de lo posible, productos de compañías con enfoque ambiental; igualmente, comenzamos a ver la aparición de fondos de inversión especializados en sectores y actividades que benefician al medio ambiente e inversionistas que, al igual que los consumidores, buscan hacer que su dinero presione a las empresas a generar un cambio.
Las empresas comenzaron a tomar nota de esto y también han comenzado a innovar en la manera en la que se conducen, empiezan a notar los beneficios que trae consigo la reputación de ser una empresa verde, así como de las señales que se transmiten a los inversionistas respecto a que tienen una visión de futuro y que cuentan con planes claros a largo plazo para seguir en el mercado. También se dieron cuenta que, más allá de una estrategia comercial, las practicas sustentables en las operaciones diarias de cualquier empresa, sin importar sector o tamaño, a la larga generarán un ahorro considerable.
Invertir en paneles solares, en focos ahorradores, en aires acondicionados ahorradores y demás alternativas de energía renovable, en pocos años generará esos ahorros y, por otro lado, el implementar políticas de home office claras, de ahorro de papel y de materiales harán que estos ahorros sean evidentes de manera inmediata para las empresas, pero no solo son estos los beneficios que trae adoptar esta postura, también les abrirá cada vez más puertas cuando busquen financiamiento y se volverá más fácil vender proyectos con este enfoque.
A diferencia de la lógica gubernamental que hoy se dirige en sentido contrario, adoptar estos cambios de manera individual o a nivel empresa solo trae consigo beneficios. De hecho, el cambio que estamos viendo en la mentalidad de los consumidores y de las empresas, sin duda generará costos políticos a aquellos mandatarios y representantes que opten por no adoptar políticas en pro del medio ambiente; particularmente, cuando los votantes y las asociaciones de ciudadanos comiencen a exigirlas de igual manera que lo hacen con las compañías en las que invierten y consumen, como ya sucede en varios países desarrollados. Esto generará una sinergia positiva a favor del medio ambiente y forzará la cooperación internacional.